Hace una semana exactamente fui agasajado por el Ikea de Vitoria. Lugar en el que tanto su jefe de cocina Iñaki Moya, su segundo Asier Urbina y todo el equipo de sala junto con el sumiller me trataron con una elegancia exquisita. Pude degustar los platos más representativos de este restaurante situado en la amable ciudad de Vitoria.
Es un restaurante lleno de múltiples detalles. Tiene parking y se agradece mucho poder llegar, aparcar y no tener que estar dando vueltas buscando sitio en una zona que eufemísticamente podemos denominar de "no fácil" estacionamiento. Todo suma. Atraviesas una puertas de cristal y un metafórico muro verde te prepara a la entrada de Ikea. Accedes a la zona de barra, bodega y guardarropa. Y ya intuyes que todo va a ser puro detalle. La inclinación de las botellas en las cámaras de conservación no es como en todos los sitios, no se trata de cámaras "estandar", más o menos decoradas, son especificas de este entorno. El guardarropa esta diseñado dando la sensación de estar suspendido y a modo de aperitivo te prepara a la sala.
Una sala que puede considerarse una obra de arte, una escultura, inmersiva, que te aísla del exterior, de las preocupaciones, de los quehaceres, tocones de maderas estratégicamente colocados, mesas en su disposición justa, aisladas unas de otras por vigas de madera, una iluminación cuidada que te lleva a sentarte y te predispone a toda una experiencia. Un entorno inigualable, es todo un ecosistema. Un ejemplo de sala, dentro de la comodidad necesaria pero con el punto de diseño justo para introducirte en un bosque gastronómico. Disfrute de unos minutos de la sala diseñada por Mariscal, nada más.
Comienzo con un carpaccio de gambas de Huelva con sus vinagretas. Respetando el sabor de la gamba en su expresión máxima. ¡cruda! Si un producto es excelso ¿hay que tocarlo? esta pregunta tiene respuesta en este plato. Liviano, sutil, con el actor principal, la gamba, potenciada por un juego de vinagretas, con un toque de wasabi. Increíble, este plato merece la visita.
Viera, burrata y espuma de zanahoria negra. El talento del restaurante empieza a desplegarse. Fondo de queso, sabor de viera todo potenciado por la espuma como si de un catalizador se tratase. Combinación muy arriesgada de sabores, bien realizada.
Playfood en el siguiente plato. Una botella cerrada mediante una chapa, encierra gelatina de coco, alcachofa y un juego de especias y aromas que no esperas. Acompaña un bol con alcachofas, helado de alcachofas y multitud de verduras. No voy a describir el plato, no es necesario, ni es el fin. Coges tu botellita, la agitas vigorosamente, la abres con un abridor que viene con el plato y prepararos a tener la sensación de andar por el campo, de oler la hierba, de recordar ese aroma a huerta nada más regarla, una explosión de aromas al servicio del comensal. Como se ha conseguido es algo accesorio. La experiencia esta por encima y este plato es sensación en estado puro, un pelotazo de aromas que hay que degustar con mimo, con tranquilidad. Juego de templado, frío y caliente, ahumados, es un vino complejo, añejo, con sabiduría que se ha convertido en plato y para más merito de verduras. Brutal.
Un mar y montaña es el siguiente protagonista. Lentejas estofadas con crema de marisco, trufa y crema de patata ahumada, con cigala. La combinación crema de marisco-lentejas sorprendentemente sabrosa, acertada y combinación ganadora. Una presentación impoluta en una sartén dorada redondeaban la combinación.
Cabracho con una increíble crema de cebolla confitada, y punto ácido aportado por una crema de acelgas. Pescado de una calidad incuestionable, en su punto, piel tostada y una crema de cebolla que daban ganas de comer a cucharadas.
Costillar de Wangyu con crema de plátano y jugo caramelizado de garnacha. Buen taco, en donde el contrapunto ácido-dulce, hace que el plato sea "diferente" no solo buena carne, bien ejecutada, sino algo más.
Macedonia de frutas en gel de cava con helado de mango. Perfecta en dulzor y potenciando la acidez de las frutas gracias al gel de cava. Baño de dulzor aportado por el helado de mango, quizás un poco menos helado ya que quitaba protagonismo al gel/macedonia.
Cava para comenzar, un verdejo,mas una garnacha y un vino blanco, con barrica de la rioja que me dejo enamorado. Baigorri fermentado en barrica 2010, toda una joya. Una verdadera delicia.
No he utilizado la palabra restaurante con la intencionalidad de remarcar que Ikea es algo más, es un entorno. Acudir a un restaurante no puede ser "solo" comer bien, disfrutar de la comida y que este rico. Desde luego que es la premisa fundamental, pero un "restaurante" y más hoy en día, tiene que intentar dar algo más. Tiene que trascender para que se convierta en una experiencia. E Ikea lo consigue. Es un continuo cuidado hasta el más mínimo detalle. Ikea intenta abrir espacios nuevos, convencer al comensal desde lo que mejor sabe hacer. En una mesa se puede generar todo un mundo de sensaciones, que van más allá del comer. El equipo de Ikea quiere desde el primer momento, que entres a su particular ecosistema, que te dejes llevar por su saber hacer. Quizás haya elementos y preparaciones que puedan estar más ajustadas, quizás. Pero lograr sentarse en una mesa y que se convierta en una experiencia no es fácil. Ikea conmigo lo consiguió, fue todo un placer. Volví a casa con una sonrisa estúpida en un día de lluvia y tormenta. Gracias Ikea.
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